jueves, 25 de octubre de 2012

HUERTOS COMPARTIDOS


UN PASO HACIA UNA NEOREFORMA AGRARIA: LOS HUERTOS COMPARTIDOS


La producción de alimentos crece a una media de un 25 por ciento cada década en todo el mundo. Si se toman sólo las cifras de producción láctea se obtienen un dato revelador: cada persona del mundo podría tomar un vaso de leche al día. Si hablamos de carne, la producción mundial permitiría comer 100 gramos de carne por persona al día.

Sin embargo, la estadística poco tiene que ver con la realidad. Si en 1990, según datos de la FAO, 842 millones de personas sufrían hambre, el año pasado el hambre afectaba a 1.020 millones de seres humanos: No es sólo un aumento del hambre en cifras globales, sino también en porcentaje de la población mundial.

Si globalmente se producen alimentos como para dar de comer a toda la población del planeta, ¿por qué sigue existiendo el hambre? ¿Cómo es posible que cuanto más alimento se produce, haya más hambre en el mundo? La respuesta está en el propio sistema: los alimentos se contemplan como un producto de cambio, no como un bien esencial. Por eso en algunos casos el mercado prefiere tirar los excedentes a enviarlos a zonas donde la gente pasa hambre, porque en ese caso estarían afectándose los precios.
Ahora con la explosión de la burbuja inmobiliaria gran parte de los especuladores bursátiles se han recolocado en el mercado primario y ya hay grandes especulaciones sobre productos básicos como el trigo o el maíz para influir en su precio y producir beneficios.

Ante esta situación de globalización salvaje del sistema alimentario, en 1996 durante la Cumbre Mundial de la Alimentación de la Organización par la Alimentación y la Agricultura, la FAO, nació un nuevo concepto revolucionario: La soberanía alimentaria.

¿Qué es la Soberanía Alimentaria? Es la capacidad de cada pueblo para definir sus propias políticas agrarias y alimentarias de acuerdo a objetivos de desarrollo sostenible y seguridad alimentaria. Ello implica la protección del mercado doméstico contra los productos excedentarios que se venden más baratos en el mercado internacional, y contra la práctica del dumping, o lo que es lo mismo: la venta por debajo de los costes de producción.

Este nuevo concepto, constituye una ruptura con las reglas de mercado impuestas por Organización Mundial del Comercio. La soberanía alimentaria incide además en la importancia del modo de producción de los alimentos y su origen. No debería valer, como hasta hora, producirlo todo al menor coste… se trata de ver a la agricultura más allá de cuestiones económicas, con repercusiones ambientales y sociales.
Filosóficamente y sobre el papel parece una buena y solidaria idea. Pero ¿cómo se lleva a cabo? Mediante producciones locales y en lo posible tendentes al autoabastecimiento. Parece complicado, sobre todo para los que quieran hacerse productores y no dispongan de tierra para cultivar… o al contrario: los que poseen terreno pero no saben o desean convertirse en agricultores.

Huertos compartidos es un proyecto que soluciona ese problema y lo hace contando como apoyo principal con las nuevas tecnologías, con Internet. Santi Cuerda, coordinador de Huertos Compartidos punto es,  explica que en otros países esta idea es una realidad con muchos seguidores. Santi Cuerda….

Huertos compartidos es simplemente un medio de contacto entre personas que quieran cultivar un huerto con otras que posean tierras pero no tiempo o recursos para sacarles partido. La cosecha se comparte al 50%, y ambos salen ganando al llevarse a casa fruta y verdura tan gratuita como saludable. No hay agentes tóxicos por ninguna parte… tampoco el dinero.

El mecanismo de participación es sencillo: propietarios y hortelanos se registran en la web y acceden a una lista donde localizar y contactar a posibles interesados en compartir. El registro tiene un coste simbólico de dos euros, uno para poder buscar huerto u ofrecer terreno, y otro para recibir el modelo de contrato que finalmente elijan los usuarios. "La cuota es un filtro que evita que se inscriba gente sólo por curiosidad", explica Santi Cuerda.
Para poder participar en esta iniciativa hay tres condiciones: que la agricultura practicada sea ecológica; que la cosecha no se venda, sino que sea para el autoconsumo de las partes; y que la cesión del terreno sea gratuita.

Una práctica de trueque que sin duda si se extiende puede quebrar el sistema de producción globalizada de alimentos. 

De momento, Huertos Compartidos que arrancó a principios de año, tiene ya más de medio millar de usuarios registrados, entre hortelanos y propietarios, y la web: tres uve dobles punto huertos compartidos punto es, ha recibido ya más de 60.000 visitas. Es sin duda un paso importante para crear un nuevo sistema social pensado para las personas y no para los mercados. A lo mejor esta es la nueva reforma agraria que necesita el mundo…


lunes, 22 de octubre de 2012

La e-basura, los desechos del consumismo

La e-basura, los desechos del consumismo

La basura electrónica de los países ricos es una fuente de ingresos y enfermedades en los pobres

En España se tiran cada año 646 millones de kilos de basura electrónica




En los años 50, la empresa Dupont comercializó la media de nylon. Se trataba de la primera vez que se había desarrollado un producto irrompible. Las mujeres hacían colas para comprar este nuevo producto para toda la vida. En efecto, los químicos de Dupont hicieron tal vez uno de los grandes descubrimiento textiles de la historia: un producto para toda la vida.

Sin embargo los directivos de Dupont dieron una orden de producción perversa tras las primeras ventas. Había que empeorar el producto, cambiarlo para que las medias se rompieran. ¿Porqué? Para que se convirtiera en un producto de consumo. Se acababa de acuñar el concepto de Obsolescencia planificada, la vida util de un producto para que el consumidor tuviera que seguir comprándolo una vez que este dejaba de servir o, simplemente, se rompía. El american way of life convirtió a las personas en consumidores.
Muchas impresoras incorporan un chip que cuenta el número de impresiones realizadas para tras superar un número determinado por el fabricante dejar de funcionar. Al igual que en estas máquinas, en la sociedad estas mismas empresas lograron implantar el chip de que hay que consumir y que la felicidad del ser humano se basa en la capacidad de consumo que tenga.

Ya nadie se plantea, como antes de los años 50 comprarse un traje que le sirva desde su boda hasta su mortaja. La moda se encarga de recordarnos que hay que ir a la última y que la ropa envejece demasiado rápido.

Además de afectar a nuestra concepción del mundo y de marcar un futuro de infelicidad contínua, este comportamiento de consumo feroz acarrea serios problemas al planeta. Lo estamos llenando de basura porque cada vez que se estropea algún electrodoméstico lo sustituimos por uno nuevo.

¿El resultado? Los españoles tiramos cada año 646 millones de kilos de basura electrónica. Es tanta que hasta cuenta ya con un término propio que la define: la e-basura. Para hacerse una idea más gráfica: con la e-basura generada durante un año en los países de la UE se podría enterrar a un metro de profundidad a una ciudad de 3 millones de habitantes.

Sin embargo, esta e-basura se produce en los hasta ahora denominados países ricos y se envía a los países pobres. Es cierto que estos envíos de basura electrónica están prohibidos por la normativa internacional, pero –como suele ser habitual cuando hablamos de situaciones ‘incómodas’ para los ricos, la normativa no se cumple. El Convenio de Basilea, que regula la importación y exportación de desechos peligrosos es papel mojado.
En Ghana, uno de los países perceptores de esta e-basura un estudio realizado sobre contaminantes en los alumnos de una escuela en las afueras de Accra, la capital del país, reveló niveles de plomo y cadmio hasta 50 veces por encima de los niveles máximos de riesgo para la salud. Contaminantes que han llegado hasta los niños porque una de las tareas que realizan es recoger circuitos de la basura de alta tecnología en los vertederos para vender el cobre y poder llevar algo de dinero a casa. Las consecuencias no sólo para la salud de las personas, sino para el ecosistema son devastadoras: el cádmio de una sola pila puede contaminar hasta 600 mil litros de agua y el plomo y el mercurio son metales pesados altamente nocivos.

Para los países pobres nuestra basura es una fuente de ingresos. Veamos un ejemplo: 100.000 teléfonos móviles pueden contener casi 2 kilos y medio de oro, equivalentes a 130.000 euros, más de 900 kilos de cobre, valorados en 100.000 euros y 25 kilos de plata que se pueden vender por más de 27.000 euros.

La UNU, el Programa de Medio Ambiente de la ONU, la Agencia de Protección Medioambiental de EEUU (EPA), universidades y empresas como Dell, Microsoft, Hewlett Packard (HP) o Philips se han unido en la iniciativa 'Solucionar el Problema de E-Basura'
Esta iniciativa, pretende homologar los procesos de reciclado globalmente para recuperar los componentes más valiosos de la basura electrónica, extender la vida de los productos y armonizar las legislaciones y políticas.

Sin embargo, aunque el reciclaje puede minimizar el problema, la clave está en nuestra forma de vida. ¿Realmente necesitamos cambiar -por ejemplo- de celular cada año? La única solución no es el reciclaje: es un cambio de concepto que erradique ese consumismo social que nos hace infelices, nos convierte en generadores e basura y nos mancha las manos con las enfermedades que estamos promoviendo en los países pobres.



Puedes escucharlo en ONDA ENCANTADA: La Voz de la Ciudad.
http://ondaencantada.es/tag/ricardo-gamaza/
Artículo publicado por El Correo de Andalucía:

Ricardo Gamaza, ganador del Premio Nacional de Periodismo Ambiental Sigfito

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El Correo Actualizado 15/06/2012 12:37
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El jurado ha valorado la calidad en la redacción y la rigurosidad periodística de su reportaje 'Devoradores de Plagas' publicado en la revista digital A&P.

El periodista ambiental Ricardo Gamaza recogió el pasado jueves 14 de junio en elMinisterio de Agricultura y Medio Ambiente el I Premio Nacional de Periodismo Ambiental 'Sigfito',por su reportaje 'Devoradores de Plagas'publicado en la revista digital A&P . El jurado ha valorado la calidad en la redacción y la rigurosidad periodística del trabajo informativo con el que Ricardo Gamaza ha superado al resto de candidaturas al premio, tanto en prensa, como en radio y televisión.
Ricardo Gamaza ha sido el ganador del I Premio Nacional de Periodismo Ambiental organizado por Sigfito, la entidad sin ánimo de lucro que aglutina a todos los usuarios de envases fitosanitarios con el objeto de darles un tratamiento ambiental correcto. Este premio, cuyo acto de entrega ha tenido lugar el 14 de junio en el Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente, supone un nuevo galardón para este periodista sevillano que actualmente trabaja como escritor, guionista y director de documentales en la empresa Be Press Comunicación, como responsable de comunicación de la ONG Oceánidas y como coordinador de la revista digital A&P de la Consejería de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía.
El I Premio Periodístico "Cultivando el medio ambiente", tiene como fin concienciar y divulgar entre los medios de comunicación la protección del medio ambiente en el ámbito agrícola.
Ricardo Gamaza (Sevilla, 1971) es licenciado en periodismo por la Universidad de Sevilla. Ha cursado además estudios de publicidad, protocolo y Política Ambiental Comunitaria (European Journalism Centre, Bruselas). Periodista ambiental desde hace dos décadas, ha desarrollado su labor informativa en medios de prensa escrita, radio, televisión y como asesor de comunicación en desarrollo sostenible para la Administración andaluza en proyectos emblemáticos como la gestión del agua, las estrategias de conservación del lince y las praderas de posidonia oceánica o la diversificación económica sostenible de los territorios rurales andaluces.