La e-basura, los desechos del consumismo
La basura electrónica de los países ricos es una fuente de ingresos y enfermedades en los pobres
En España se tiran cada año 646 millones de kilos de basura electrónica
En los años 50, la empresa Dupont comercializó la media de nylon. Se
trataba de la primera vez que se había desarrollado un producto irrompible. Las
mujeres hacían colas para comprar este nuevo producto para toda la vida. En
efecto, los químicos de Dupont hicieron tal vez uno de los grandes
descubrimiento textiles de la historia: un producto para toda la vida.
Sin embargo los directivos de Dupont dieron una orden de producción
perversa tras las primeras ventas. Había que empeorar el producto, cambiarlo
para que las medias se rompieran. ¿Porqué? Para que se convirtiera en un producto
de consumo. Se acababa de acuñar el concepto de Obsolescencia planificada, la
vida util de un producto para que el consumidor tuviera que seguir comprándolo
una vez que este dejaba de servir o, simplemente, se rompía. El american way of
life convirtió a las personas en consumidores.
Muchas impresoras incorporan un chip que cuenta el número de impresiones
realizadas para tras superar un número determinado por el fabricante dejar de
funcionar. Al igual que en estas máquinas, en la sociedad estas mismas empresas
lograron implantar el chip de que hay que consumir y que la felicidad del ser
humano se basa en la capacidad de consumo que tenga.
Ya nadie se plantea, como antes de los años 50 comprarse un traje que le
sirva desde su boda hasta su mortaja. La moda se encarga de recordarnos que hay
que ir a la última y que la ropa envejece demasiado rápido.
Además de afectar a nuestra concepción del mundo y de marcar un futuro
de infelicidad contínua, este comportamiento de consumo feroz acarrea serios
problemas al planeta. Lo estamos llenando de basura porque cada vez que se
estropea algún electrodoméstico lo sustituimos por uno nuevo.
¿El resultado? Los españoles tiramos cada año 646 millones de kilos de
basura electrónica. Es tanta que hasta cuenta ya con un término propio que la
define: la e-basura. Para hacerse una idea más gráfica: con la e-basura generada durante un año en los países de la UE se podría enterrar a un metro de profundidad a una ciudad de 3 millones de habitantes.
Sin embargo, esta e-basura se produce en los hasta ahora denominados
países ricos y se envía a los países pobres. Es cierto que estos envíos de
basura electrónica están prohibidos por la normativa internacional, pero –como
suele ser habitual cuando hablamos de situaciones ‘incómodas’ para los ricos,
la normativa no se cumple. El Convenio de Basilea, que regula la importación y
exportación de desechos peligrosos es papel mojado.
En Ghana, uno de los países perceptores de esta e-basura un estudio
realizado sobre contaminantes en los alumnos de una escuela en las afueras de
Accra, la capital del país, reveló niveles de plomo y cadmio hasta 50 veces por
encima de los niveles máximos de riesgo para la salud. Contaminantes que han
llegado hasta los niños porque una de las tareas que realizan es recoger
circuitos de la basura de alta tecnología en los vertederos para vender el
cobre y poder llevar algo de dinero a casa. Las consecuencias no sólo para la salud de las personas, sino para el ecosistema son devastadoras: el cádmio de una sola pila puede contaminar hasta 600 mil litros de agua y el plomo y el mercurio son metales pesados altamente nocivos.
Para los países pobres nuestra basura es una fuente de ingresos. Veamos
un ejemplo: 100.000 teléfonos móviles pueden contener casi 2 kilos y medio de
oro, equivalentes a 130.000 euros, más de 900 kilos de cobre, valorados en
100.000 euros y 25 kilos de plata que se pueden vender por más de 27.000 euros.
La UNU, el Programa de Medio
Ambiente de la ONU, la Agencia de Protección Medioambiental de EEUU (EPA),
universidades y empresas como Dell, Microsoft, Hewlett Packard (HP) o Philips
se han unido en la iniciativa 'Solucionar el Problema de E-Basura'
Esta iniciativa, pretende
homologar los procesos de reciclado globalmente para recuperar los componentes
más valiosos de la basura electrónica, extender la vida de los productos y
armonizar las legislaciones y políticas.
Sin embargo, aunque el reciclaje
puede minimizar el problema, la clave está en nuestra forma de vida. ¿Realmente
necesitamos cambiar -por ejemplo- de celular cada año? La única solución no es el
reciclaje: es un cambio de concepto que erradique ese consumismo social que nos
hace infelices, nos convierte en generadores e basura y nos mancha las manos
con las enfermedades que estamos promoviendo en los países pobres.
Puedes escucharlo en ONDA ENCANTADA: La Voz de la Ciudad.
http://ondaencantada.es/tag/ricardo-gamaza/
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