sábado, 10 de noviembre de 2012

NÓMADAS DEL SIGLO XXI (segunda parte)


Los pastos perdidos

 

 
Una pastora masai, un nómada mauritano, un pastor mongol y un ganadero extensivo de España. Cuatro imágenes de una realidad compartida: la trashumancia. Fotografía: R. Gamaza.


Casi 200 millones de hogares en todo el mundo viven del pastoreo. Y la cifra va en aumento. Pero esa es una situación que se da en los países pobres. En muchas áreas del mundo dedicarse a la trashumancia es la única forma de sobrevivir.

Por países es Mongolia la que está a la cabeza del número de trashumantes con cuatro de cada diez personas dedicadas al pastoreo, le siguen de cerca el Tibet, con un 24 por ciento de la población dedicada a este oficio, Kenia con un 15 por ciento y Etiopía, donde uno de cada diez habitantes es nómada. En estos países pobres el pastoreo puede llegar a ser una profesión de riesgo, como explica Joseph Kishau, pastor keniata de la tribu masai: “En Keibasha se producen asesinatos de masais cuando tratan de luchar por el derecho a la tierra para el ganado y cuando se reclama la soberanía de sus pastos, asegura.

Mientras, en el primer mundo el pastoreo extensivo está en declive y cada vez es más difícil el relevo generacional en este duro oficio. La globalización hace que este desfase produzca además mayores diferencias entre los países ricos y los pobres. Así, se importan piensos baratos del tercer mundo para alimentar al ganado estabulado del primer mundo a costa de impedir el acceso a estos alimentos a las poblaciones pobres de origen. Una política poco solidaria y que además no es rentable: “estamos expoliando al tercer mundo peor que cuando lo hacíamos con las minas oro de Sudamérica, y lo pero es que para nosotros alimentar así al ganado no es más barato”, sentenció el presidente del Concejo de la Mesta de España, Jesús Garzón, en la primera reunión internacional de pastores trashumantes ante esta forma de alimentar el ganado europeo que ya no sale a pastar.

En efecto, como suele ser común en temas ambientales, los número no se hacen al completo. No se cuantifican los daños por incendios que cada año sufren países como España o Portugal. Fuegos que tal vez no se producirían si el ganado pudiera alimentarse en los montes evitando que el matorral se secase en cantidades ingentes cada año siendo pasto para las llamas.

Así que el pastoreo extensivo no es sólo una cuestión económica, también de conservación ambiental. Los pastores han considerado la tierra desde tiempos milenarios como lo que ahora se puede considerar un área protegida. la conservación de los recursos no es sólo para estos hombres y mujeres una cuestión ética, sino de supervivencia, porque si el ecosistema se degrada lo que peligra es su propia subsistencia. “El nómada y el pastor deben ser ya considerados como gestores de la Naturaleza, del Medio Ambiente, un depositario de la biodiversidad y del aprovechamiento de los recursos naturales”, explica Jesús Garzón.

Un pastor sabe que no se puede permanecer en un mismo pasto con un rebaño mucho tiempo porque ello acarrearía un daño irreversible. Precisamente donde ha desaparecido o se ha restringido el pastoreo tradicional es donde la tierra ha sufrido incendios más virulentos. Así, paradójicamente, la declaración de espacios protegidos donde se prohíbe el pastoreo acaba siendo el peor remedio para conservar un ecosistema.

El pastoreo extensivo es también en la práctica una máquina de lucha contra los desiertos. Un rebaño de 1.000 ovejas –que es un número de cabezas habitual en cualquier cabaña europea- es capaz de producir diariamente tres toneladas de estiércol que llevan más de 100 millones de semillas que se podrían dispersar y abonar cualquier territorio con más eficiencia que un abono fertilizante químico.
La crisis del pastoreo nómada en la Europa actual acarrea no sólo para pérdida de una forma de vida ancestral sino que la desaparición de los pastores lleva consigo procesos erosivos, migraciones y aumento del cambio climático. Por tanto, mejorar las condicones de vida de los pastores no es sólo asegurar la salud del ganado, sino también la de los ecosistemas del planeta.

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