jueves, 22 de noviembre de 2012

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sábado, 10 de noviembre de 2012

NÓMADAS DEL SIGLO XXI (segunda parte)


Los pastos perdidos

 

 
Una pastora masai, un nómada mauritano, un pastor mongol y un ganadero extensivo de España. Cuatro imágenes de una realidad compartida: la trashumancia. Fotografía: R. Gamaza.


Casi 200 millones de hogares en todo el mundo viven del pastoreo. Y la cifra va en aumento. Pero esa es una situación que se da en los países pobres. En muchas áreas del mundo dedicarse a la trashumancia es la única forma de sobrevivir.

Por países es Mongolia la que está a la cabeza del número de trashumantes con cuatro de cada diez personas dedicadas al pastoreo, le siguen de cerca el Tibet, con un 24 por ciento de la población dedicada a este oficio, Kenia con un 15 por ciento y Etiopía, donde uno de cada diez habitantes es nómada. En estos países pobres el pastoreo puede llegar a ser una profesión de riesgo, como explica Joseph Kishau, pastor keniata de la tribu masai: “En Keibasha se producen asesinatos de masais cuando tratan de luchar por el derecho a la tierra para el ganado y cuando se reclama la soberanía de sus pastos, asegura.

Mientras, en el primer mundo el pastoreo extensivo está en declive y cada vez es más difícil el relevo generacional en este duro oficio. La globalización hace que este desfase produzca además mayores diferencias entre los países ricos y los pobres. Así, se importan piensos baratos del tercer mundo para alimentar al ganado estabulado del primer mundo a costa de impedir el acceso a estos alimentos a las poblaciones pobres de origen. Una política poco solidaria y que además no es rentable: “estamos expoliando al tercer mundo peor que cuando lo hacíamos con las minas oro de Sudamérica, y lo pero es que para nosotros alimentar así al ganado no es más barato”, sentenció el presidente del Concejo de la Mesta de España, Jesús Garzón, en la primera reunión internacional de pastores trashumantes ante esta forma de alimentar el ganado europeo que ya no sale a pastar.

En efecto, como suele ser común en temas ambientales, los número no se hacen al completo. No se cuantifican los daños por incendios que cada año sufren países como España o Portugal. Fuegos que tal vez no se producirían si el ganado pudiera alimentarse en los montes evitando que el matorral se secase en cantidades ingentes cada año siendo pasto para las llamas.

Así que el pastoreo extensivo no es sólo una cuestión económica, también de conservación ambiental. Los pastores han considerado la tierra desde tiempos milenarios como lo que ahora se puede considerar un área protegida. la conservación de los recursos no es sólo para estos hombres y mujeres una cuestión ética, sino de supervivencia, porque si el ecosistema se degrada lo que peligra es su propia subsistencia. “El nómada y el pastor deben ser ya considerados como gestores de la Naturaleza, del Medio Ambiente, un depositario de la biodiversidad y del aprovechamiento de los recursos naturales”, explica Jesús Garzón.

Un pastor sabe que no se puede permanecer en un mismo pasto con un rebaño mucho tiempo porque ello acarrearía un daño irreversible. Precisamente donde ha desaparecido o se ha restringido el pastoreo tradicional es donde la tierra ha sufrido incendios más virulentos. Así, paradójicamente, la declaración de espacios protegidos donde se prohíbe el pastoreo acaba siendo el peor remedio para conservar un ecosistema.

El pastoreo extensivo es también en la práctica una máquina de lucha contra los desiertos. Un rebaño de 1.000 ovejas –que es un número de cabezas habitual en cualquier cabaña europea- es capaz de producir diariamente tres toneladas de estiércol que llevan más de 100 millones de semillas que se podrían dispersar y abonar cualquier territorio con más eficiencia que un abono fertilizante químico.
La crisis del pastoreo nómada en la Europa actual acarrea no sólo para pérdida de una forma de vida ancestral sino que la desaparición de los pastores lleva consigo procesos erosivos, migraciones y aumento del cambio climático. Por tanto, mejorar las condicones de vida de los pastores no es sólo asegurar la salud del ganado, sino también la de los ecosistemas del planeta.

jueves, 1 de noviembre de 2012

NÓMADAS EN EL SIGLO XXI (primera parte)

Nómadas en el siglo XXI 


Fiesta de la Trashumancia en Madrid. / Foto: Ricardo Gamaza.




Una vez al año ocupan las calles y avenidas principales de Madrid. Son pastores trashumantes, la expresión ganadera más antigua del mundo. La fiesta de la trashumancia les permite un día al año y de manera casi anecdótica, cruzar con sus animales las que antaño fueran cañadas y veredas y que hoy están transformadas en arterias asfaltadas de la ciudad.

En España la legislación que protege desde el siglo XIII a la ganadería, permite la trashumancia a través de los 125.000 kilómetros de cañadas y veredas que tiene nuestro país, así como las 400.000 hectáreas dedicadas a la ganadería extensiva. El ser humano se hizo ganadero hace más de 10.000 años y los manejos del territorio siguen siendo los mismos que en la actualidad. Pero esta actividad milenaria se encuentra en declive frente al ganado estabulado que aumenta la producción aunque acarrea graves problemas ambientales y sanitarios.

Aunque los territorios no son muy diferentes en muchos casos, como apunta Mike Mokoro, un pastor nómada de la tribu masai de Tanzania, quien mostraba su sorpresa al llegar a España al primer encuentro de pastores nómadas del mundo y apuntaba que su tierra “es muy parecida a España; una pequeña montaña y pastos muy similares; vacas, cabras, ovejas que hay que mover en especial en la estación seca”. Pero los parecidos apreciados por ste pastor son sólo superficiales. A los pastores españoles les cuesta cada vez más mover su ganado. Trabas burocráticas nacidas a causa de enfermedades, como la lengua azul, o simplemente la ocupación legal de vías pecuarias por donde transitaba tradicionalmente el ganado, han convertido a la trashumancia española en un problema complejo de difícil solución.

Para Jesús Garzón, presidente del Concejo de la Mesta en España, explicaba en ese primer encuentro internacional de pastores que la importancia del pastoreo  es crucial para el futuro: “Que no se piense que los nómadas son algo antiguo, que no tienen sentido en el siglo XXI, sino todo lo contrario: deben ser tenidos en cuenta en la lucha contra la desertización, para lograr el desarrollo rural, para integrar a la mujer en la sociedad…”




Mike Mokoro, en el centro con otros pastores nómadas masais de Tanzania. 
Foto: Ricardo Gamaza.



Los nómadas son depositarios de conocimientos y recursos genéticos que han modelado el pasado, han permitido el presente y son la clave del futuro de la naturaleza. “La trashumancia no puede desaparecer. Precisamente con el cambio climático, la capacidad de un ganadero de no destruir su dehesa o su finca con sobrepastoreo por las inclemencias del tiempo, hace que sea crucial que pueda marcharse de inmediato y no esperar una semana o un mes, sino salir al día siguiente”, explicaba el presidente del Concejo de la Mesta.
Unos 200 millones e hogares en todo el mundo viven del pastoreo extensivo, que se desarrolla en cerca de una cuarta parte de las tierras del planeta. Cada región del mundo tiene sus especies ganaderas más características pero en todos los lugares se repite la misma estrategia de vida: seguir a las lluvias. En Mauritania, las aves marcan el camino. Tras ellas acuden los nómadas con su ganado. “Aquí en Mauritania el Estado protege las redes pastoriles –explica Tahled Boulvisi, un pastor de la región de Nuakchot- con parques y un sistema para vacunar a los animales. Se ofrecen ayudas y apoyo a los pastores, aunque teniendo en cuenta que somos un país africano con escasos recursos”.

El caso de Mauritania sin embargo es e los pocos en los que un Estado apuesta abiertamente por la defensa del pastoreo nómada. En otras partes el mundo los trashumantes están prácticamente solos. Las extensas llanuras de la Pampa Argentina son un reflejo geográfico de esa soledad del nómada. Una soledad aprendida de generación en generación con los animales como única compañía y donde el caballo, al que los gauchos consideran como un compañero de fatigas, casi como un igual, juega un papel protagonista: “El caballo es el amigo, no sólo el trasporte”, aclara Daniel Leiva, un gaucho argentino que ha aprendido esta forma de vida de sus ancestros.

En Argentina los gauchos sufren la falta de reconocimiento social, un mal ndémico que afecta a los nómadas de todo el mundo. “Es un sector, el de los pequeños productores en Argentina, muy numeroso y prácticamente invisible a los ojos de la sociedad. Pese a que aportan mucho a la economía de los países en productos primarios, los ganaderos no reciben la atención que merecen”, asegura Gabriel Palmili, del Gobierno de Neuquén (Argentina). Sin embargo, la trashumancia produce el 10 por ciento de toda la carne que se consume en el mundo.

Escucha el reportaje sonoro en: http://www.espaciopodcast.com/podcast/10704